El derecho al júbilo: resistencia en tiempos de desesperanza | Christian Ortíz Velarde.

Arte: Carmen Lomas Garza 


Hablar de júbilo en estos tiempos puede parecer un lujo fuera de lugar. Las crisis se superponen: económicas, emocionales, ecológicas. La incertidumbre se ha vuelto el pan de cada día, y la fatiga parece un estado permanente del alma. Sin embargo, es precisamente en este contexto de devastación y desesperanza donde necesitamos con más fuerza volver la mirada hacia aquello que nos devuelve la vida: el júbilo.


Lejos de ser un mero capricho o una distracción, el júbilo es un derecho profundo, una necesidad vital. No es negación de la realidad, sino una forma de habitarla desde otra conciencia. Es una medicina espiritual y política que, al ser practicada, transforma no solo nuestra psique, sino también nuestras relaciones y comunidades.


El júbilo como raíz de resistencia.


El júbilo no es evasión, es resistencia encarnada. Es un acto que desafía la narrativa del miedo, de la resignación y del cinismo. Es el cuerpo que se rehúsa a ser solo máquina de producción, es el alma que busca belleza en medio del caos, es la comunidad que elige celebrar la vida incluso con lo poco que tiene.


El sistema actual nos quiere exhaustos, desconectados, confundidos. Porque una persona agotada y sin esperanza es más fácil de controlar, más fácil de aislar. Por eso, cultivar el júbilo es una acción profundamente política: es reivindicar la dignidad de estar vivos, la ternura de compartirnos, la posibilidad de imaginar otros mundos.


¿Qué es el júbilo?


El júbilo no es solo risa ni una euforia pasajera. Es una vivencia profunda de conexión con lo que nos nutre. Es vitalidad, sentido, gozo compartido, gratitud, libertad interior. Puede nacer en un instante de belleza, en una danza colectiva, en un recuerdo tierno, en el canto de un pájaro o en una carcajada que brota sin permiso.


Todos merecemos el júbilo. No como recompensa por haberlo hecho todo bien, sino como derecho humano básico. Especialmente en tiempos difíciles, necesitamos recordarnos unos a otros que no todo está perdido, que dentro de nosotros y entre nosotros todavía existen semillas de esperanza.


Cultivar el júbilo: prácticas cotidianas para reconectar


Aquí algunas propuestas sencillas —y poderosas— para abrirnos nuevamente al júbilo, desde lo personal, lo comunitario y nuestra relación con la naturaleza:


Prácticas personales.


Crear un diario de gratitud y alegría: Escribir cada día al menos tres cosas que nos dieron gozo o paz. Aunque sean mínimas, permiten al cerebro y al corazón reenfocarse en lo que sostiene.


Recuperar placeres olvidados: Cocinar algo que nos guste, bailar sin motivo, pintar, cantar en la ducha, leer poesía en voz alta. Hacer espacio a lo gratuito y lo placentero sin culpa.


Cuidar nuestro cuerpo como espacio sagrado: Dormir bien, estirarnos, caminar, respirar profundo. El júbilo también vive en el cuerpo que se siente atendido.


Prácticas comunitarias.


Organizar encuentros para compartir alegría: Comidas comunitarias, noches de juegos, círculos de cuentos, fiestas del barrio. No hace falta dinero, solo voluntad de estar juntos con un propósito de gozo.


Crear rituales de celebración local: Reconocer cumpleaños, cosechas, ciclos de la vida. Inventar tradiciones nuevas donde se honre lo vivido, lo compartido, lo resiliente.


Tejer redes de cuidado: Escuchar, apoyar, sostener emocionalmente a otros también da alegría. Saber que no estamos solos, que pertenecemos, es fuente honda de bienestar.




Comunidades que han hecho del júbilo una forma de resistencia.


A lo largo de la historia, múltiples comunidades oprimidas han demostrado que el júbilo no solo sobrevive en medio del dolor, sino que puede convertirse en una forma de fortaleza colectiva. Estas experiencias nos inspiran a recordar que la alegría compartida es una herramienta de sanación y una poderosa expresión de dignidad.


Comunidades afrodescendientes en América Latina y el Caribe:

A pesar de siglos de esclavitud, racismo estructural y pobreza, muchas comunidades afrodescendientes han preservado y transformado prácticas culturales que afirman la vida. La música, la danza y las fiestas populares —como los tambores de candombe en Uruguay, el son de la costa en México, o el carnaval de Barranquilla en Colombia— han sido canales para liberar el cuerpo, fortalecer la memoria ancestral y afirmar la identidad frente al olvido y la exclusión.


Pueblos indígenas que celebran la vida en comunidad:

Muchas culturas originarias han mantenido vivas sus formas de celebración, no como escapismo, sino como expresión de su cosmovisión, en la que el gozo, la naturaleza y lo sagrado están profundamente unidos. Festividades como el Inti Raymi en los Andes, las ceremonias de lluvia en los pueblos del norte de México o los bailes tradicionales de resistencia en Chiapas son formas de reencuentro comunitario que sostienen emocionalmente a quienes han sido históricamente despojados.


La comunidad LGBT+ y sus carnavales de dignidad:

Frente a la violencia, la patologización y el rechazo social, las comunidades LGBT+ han desarrollado espacios de júbilo que no sólo afirman sus existencias, sino que celebran sus cuerpos, sus afectos y su derecho a la felicidad. Las marchas del orgullo, los encuentros artísticos y los rituales colectivos son momentos de empoderamiento emocional, belleza compartida y visibilidad festiva que rompen el ciclo del silencio y la vergüenza.



Barrios y pueblos empobrecidos que inventan la fiesta con lo que hay:

En zonas marginalizadas, donde la precariedad es constante, la creatividad florece. Desde una kermés improvisada hasta un campeonato de fútbol comunitario, estas celebraciones no sólo alivian tensiones, sino que construyen identidad barrial, sentido de pertenencia y resiliencia colectiva. El júbilo ahí no se compra: se construye con ganas y con cariño.



Estos ejemplos nos muestran que la alegría no nace de la abundancia material, sino de la conexión entre personas, del vínculo con la tierra y de la capacidad de imaginar que otra vida es posible. El júbilo es una semilla que crece incluso en tierra herida, cuando se cuida en comunidad.


Prácticas con la naturaleza.


Pasar tiempo al aire libre, aunque sea breve: Respirar junto a un árbol, tocar la tierra, contemplar el cielo. La naturaleza es una maestra del júbilo sencillo y generoso.


Caminar sin prisa: En silencio o en compañía, dejando que los sentidos se despierten. El andar es una forma de meditación que abre espacio interior.


Cuidar un jardín, una planta, una especie: Sembrar, regar, podar. El ciclo de vida vegetal nos recuerda que la belleza florece incluso después de las pérdidas.


El júbilo no como evasión, sino como medicina colectiva.


El júbilo es contagioso. Cuando alguien ríe desde el alma, cuando alguien baila sin vergüenza, cuando alguien agradece de corazón, hay una vibración que se expande y toca a quienes están cerca. Por eso, buscar el júbilo no es solo un acto individual, sino una medicina colectiva.


En una cultura que ha glorificado el sacrificio, el drama y la queja, reivindicar la alegría puede ser incómodo. Pero es justo esa incomodidad la que nos muestra el camino. Hemos olvidado cómo estar bien sin sentir culpa. Es hora de recordar.


Este es un llamado a no ceder ante la desesperanza. A no permitir que el dolor sea lo único que habite nuestros días. A defender el júbilo como forma de dignidad, como forma de ternura, como forma de resistencia.


No se trata de vivir felices todo el tiempo. Se trata de abrir espacio al gozo, aun en medio del caos. De cantar cuando podemos, de abrazar cuando hay fuerza, de compartir la mesa, de levantar la mirada.


La vida, incluso rota, sigue siendo vida. Y merece ser celebrada. Que nadie nos robe el derecho a sentirnos vivos. Que el júbilo, íntimo o compartido, sea nuestro lenguaje secreto, nuestra bandera silenciosa, nuestro canto subterráneo de esperanza.


Recomendaciones:




Entradas populares de este blog

Buscando el hogar: Trauma colectivo migratorio - Christian Ortíz

CURSO ONLINE GRATUITO - Trauma: Mente, cuerpo y vínculos | Christian Ortiz

Cuerpo, psique y trauma - Christian Ortíz.

El tiempo no lo cura todo: la importancia de atender nuestra salud mental - Christian Ortíz

¿Hasta cuándo van a seguir cargando las mujeres? El precio de seguir en pareja.

Los cuerpos tristes: Trauma y autorechazo | Christian Ortíz

Exceso de medicamentos Psiquiátricos: Intervenciones sin perspectiva crítica - Christian Ortíz

Aproximación compasiva al Trauma - Christian Ortíz.

Ser Libres: Herencias Familiares y su influnecia en nuestras vidas.