Descentralizar a los varones de tu vida: hacia formas de amor más seguras, saludables y diversas.



En la actualidad aún persiste una narrativa dominante que coloca a los varones heterosexuales hegemónicos como eje central de la vida afectiva de las mujeres. Se trata de un mandato cultural que asocia la realización femenina al amor romántico y la pareja heterosexual. Sin embargo, esta centralidad se sostiene, con demasiada frecuencia, sobre vínculos insanos: dinámicas de control, desigualdad, machismo y violencia.

Es urgente subrayar que los varones no representan la única ni la más segura fuente de afecto. Al contrario, los datos y la experiencia clínica muestran que muchas mujeres ven deteriorada su salud emocional, mental y física por sostener relaciones de pareja prácticamente insostenibles con hombres que encarnan modelos de masculinidad hegemónica.


Riesgos documentados en los vínculos heterosexuales hegemónicos.


• La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 indica que 7 de cada 10 mujeres en México han vivido alguna forma de violencia a lo largo de su vida, y casi 4 de cada 10 la han experimentado en sus relaciones de pareja.

• Estos datos se enmarcan en un contexto cultural donde el machismo no solo persiste, sino que se reactualiza con discursos políticos y sociales que buscan normalizarlo o celebrarlo.

• Estudios en salud mental muestran que la violencia de pareja eleva de manera significativa el riesgo de depresión, ansiedad, estrés postraumático, y enfermedades psicosomáticas. Las consecuencias no se limitan a lo individual: afectan proyectos de vida, redes sociales y trayectorias laborales.


Consecuencias clínicas observadas.


En la práctica psicoterapéutica, se repite un patrón: mujeres que, en nombre del amor romántico, toleran niveles altos de sufrimiento. Las secuelas más comunes incluyen:

• Autoestima fragmentada y sensación de indignidad.

• Estrés crónico y somatización.

• Aislamiento social, que favorece el control masculino.

• Normalización de la violencia, que se vuelve un ciclo difícil de romper.


La figura del varón hegemónico se erige así como un núcleo de riesgo, más que de seguridad, para muchas mujeres.

Descentralizar a los varones de la vida afectiva no significa renunciar al amor, sino redefinirlo. Implica abrir espacio a vínculos que no se organicen alrededor del poder masculino:

• Amistades entre mujeres como espacios de cuidado, sostén y complicidad.

• Redes comunitarias que funcionan como tribus afectivas, basadas en la reciprocidad y la solidaridad.

• Relaciones románticas o eróticas que no reproduzcan la lógica hegemónica de dominio.

• Proyectos vitales y espirituales que nutran la autonomía emocional y el autocuidado.


Lo terapéutico y político.


Promover esta descentralización no es una invitación a la soledad, sino a la pluralidad de formas de amor y apoyo. Desde un enfoque clínico y político, se trata de devolver a las mujeres la capacidad de decidir con libertad, alejándose de la obligación cultural de sostener al varón como el eje de sus vidas.

En tiempos donde la ultraderecha y el machismo celebran la violencia como identidad masculina, es crucial acompañar a las mujeres a construir otras rutas afectivas: más seguras, más justas, más diversas. Solo así se abre paso a una vida emocional digna y a la posibilidad real de experimentar los amores dignos y evolutivos.


Christian Ortíz  


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